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Cuando pensamos en ahorros, a todos nos vienen a la cabeza palabras como preferentes, subordinadas... muy utilizadas en los últimos tiempos, pero realmente las posibilidades financieras son muy diversas y varían en función de la situación y el momento concreto de cada persona.


Por eso es imprescindible que siempre tengamos presente la siguiente afirmación: el producto financiero perfecto no existe, pero podemos crear la estrategia adecuada para cada persona, siguiendo las siguientes reglas:


• En primer lugar, se tiene que disponer de una cuenta corriente, que utilizaremos para pagar los gastos diarios.


• En segundo lugar, es imprescindible que tengamos disponible el equivalente a los ingresos (pensión, ayudas, alquileres...) de tres meses para cubrir los imprevistos que pudieran surgir. Por ejemplo, si disponemos de una pensión de jubilación de 800 € y del alquiler de un piso de 500 €, al cabo del mes tendremos unos ingresos de 1.300 €. Siguiendo lo que antes decíamos, en este caso el importe mínimo recomendado disponible debería ser de 3.900 €.


• A partir de este momento, ya es recomendable utilizar otros productos, como productos a medio o largo plazo que nos proporcionen un mayor rendimiento.


• Finalmente, y siempre que tengamos los puntos anteriores cubiertos, podemos destinar una parte de nuestro dinero a productos de gestión bursátil que conllevan un alto riesgo.


Tal como se comentaba dicho en el primer punto, es importante disponer de una CUENTA CORRIENTE,* que es un producto básico que utilizamos para recibir ingresos como la pensión de jubilación, alquileres u otras prestaciones, y para pagos (luz, agua, gas , teléfono...). Las diferencias que podemos encontrar entre entidades radican, sobre todo, en los gastos de mantenimiento que pueden cobrar cada una y en las bonificaciones por algunas de las gestiones que realizamos o por pagos domiciliados.


Es en esta misma cuenta corriente donde tendremos "el rincón" para los imprevistos. Por lo tanto, no sólo la utilizaremos para poner y sacar dinero sino que será donde tendremos el ahorro "por si acaso”.


A partir de este momento, ya podemos pensar en depositar dinero a corto plazo de forma segura. Principalmente, podemos elegir entre:


1. IPF: Imposiciones a Plazo Fijo o, tal y como decimos coloquialmente, depósitos bancarios. En esta tipología de producto bancario es importante que tengamos en cuenta que tienen una duración estipulada y que no podremos disponer del dinero antes de la fecha final.


 


Hay que tener en cuenta cuál es el rendimiento que nos puede dar esta tipología de productos. En la actualidad, el Banco de España ha recomendado:


PLAZO                           INTERÉS


De 0 a 12 meses            1,75%


De 13 a 24 meses         2,25%


25 meses o más            2,75%


 


Debemos tener claro que las entidades bancarias también ofrecen lo que llaman depósitos estructurados, con los que se puede obtener mayor rentabilidad que con los depósitos convencionales, pero se corre un mayor riesgo. Se caracterizan por dividir la inversión en dos partes: una parte se destina a un depósito bancario convencional, que genera un interés TAE establecido con la entidad emisora, y por otra parte un interés variable que depende de la evolución de otros activos o indicadores (acciones, índices bursátiles, Euribor, etc.), lo que puede provocar rendimientos negativos. Con esto no queremos decir que este sea un mal producto, pero tenemos que conocer claramente qué riesgos corremos y en qué grado. Estos depósitos deben ser tomados como complemento de una inversión a plazo fijo.


RECOMENDACIÓN: Si es posible, no pondremos todo el ahorro a un solo plazo, sino que trataremos de que los vencimientos se repartan en el tiempo. Sería adecuado que cada medio año o 3 meses venciese alguno de los depósitos que tenemos. De esta manera, siempre podemos decidir y no habrá que esperar al último momento para disponer, aunque sea de una pequeña parte, del dinero.


2. Bonos: son valores que emiten las empresas y los organismos públicos. Pueden ser una alternativa a los depósitos, ya que suelen ofrecer un rendimiento más elevado.


Hay que saber que los bonos representan préstamos que estas entidades reciben de los diferentes inversores, que reciben intereses periódicos.


Cuando adquirimos un bono, debemos tener en cuenta la letra pequeña. Podemos encontrar cláusulas en que se especifica que en el caso de que la entidad no pueda hacer frente al bono serán cambiados por acciones, pagados a plazos etc. Este hecho puede afectar a la disponibilidad del dinero depositado o de los rendimientos estipulados en el caso de que la entidad no pudiera hacer frente al pago.


RECOMENDACIÓN: para no correr riesgos, recomendamos contratar bonos mediante entidades aseguradoras, lo que implica disminuir un poco el rendimiento pero asegurarse de que el riesgo lo corre otro, en este caso, la entidad aseguradora.


3. Ahorro alternativo: en la actualidad, las compañías aseguradoras ofrecen una gran diversidad de productos, con duraciones entre 1 y 5 años que se están consolidando como producto estrella en las imposiciones a corto plazo.


 


En cuanto a los productos a largo plazo, fondos de inversión (de renta fija o variable) o la inversión directa en bolsa, recomendamos que se consulte con un asesor o persona entendida.


Es importante que tengamos en cuenta la seguridad de estos productos. En la actualidad, las cuentas corrientes y los IPF que estén adscritos al FGD (Fondo de Garantía de Depósitos) estarán asegurados hasta 100.000 € por entidad y persona.


Núria Salvà Cot


Economista


Gestora personal para OVB