Todo el mundo necesita comprar alimentos para comer; pero ¿qué es un alimento? Un alimento es un producto que puede ser natural y que, por lo tanto, podemos reconocer con facilidad, como las frutas, las verduras, el pescado, la carne de la carnicería… Pero un alimento también puede ser un producto elaborado, como el pan, la pasta para cocinar, los embutidos, las galletas, los zumos envasados, el chocolate, las pizzas congeladas, los caldos preparados y muchos otros. Las personas necesitamos alimentos porque contienen los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del organismo. Y todos queremos comer alimentos de calidad.
Cuando se trata de comprar productos frescos, nos es más fácil distinguir la calidad y el frescor del producto por su aspecto, su aroma, su textura… El alimento es visible y nos muestra sus características. Pero cuando se trata de productos envasados, cuesta más saber cuáles son las características del producto que queremos comprar. Por esto es importante saber interpretar la información que encontramos en las etiquetas y envoltorios.
Las empresas están obligadas a hacer constar en las etiquetas de los productos alimentarios la siguiente información:
- Denominación de venta del producto: el nombre de lo que se compra (arroz, mermelada de melocotón, galletas integrales…).
- Lista de ingredientes: siempre están ordenados por orden de mayor a menor cantidad. Por ejemplo, en unas galletas: harina de trigo, azúcar, aceite de girasol…
- Cantidad de determinados ingredientes: a veces nos dan el gramaje o el porcentaje de la sal, el aceite…
- Grado alcohólico en las bebidas con una graduación superior en volumen al 1,2%.
- Cantidad neta, para productos envasados: es decir, la cantidad que realmente podremos consumir cuando se haya abierto el envase.
- Fecha de caducidad o de consumo preferente: en el primer caso, el producto no se puede consumir después de la fecha límite de caducidad, ya que no tiene larga conservación y es un producto perecedero, pero el caso del consumo preferente es diferente porque el alimento tiene una larga conservación, no se estropea y lo que se da es una fecha orientativa
- Condiciones generales de conservación: a veces, deben indicar si hay que guardarlo refrigerado o no,
- Instrucciones de uso, si es preciso: cómo se tiene que preparar para consumirlo.
- Identificación de la empresa: nombre, razón social y domicilio, para identificar al fabricante y poder reclamar si hace falta.
10. Número de lote.
11. Lugar de origen o procedencia.
Al comprar productos elaborados, nunca debemos adquirir un producto mal envasado, mal cerrado, con el envoltorio roto, que tenga golpes y hendiduras o que no lleve toda la información reglamentaria: tenemos que saber qué compramos y quién lo ha elaborado, y debemos adquirirlo en buenas condiciones.
También es importante saber identificar algunos ingredientes que, aunque están permitidos, no son saludables, sobre todo si se consumen a menudo. Son algunos de los que se utilizan para elaborar galletas, chocolates y bombones, aperitivos, comidas preparadas o precocinados congelados. En estos casos hay que leer la lista de los ingredientes y descartar todos los productos que lleven grasas hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas, porque son unas grasas modificadas perjudiciales para el organismo. También se deben descartar aquellos productos que llevan grasas vegetales pero que no especifican cuáles son. Si fueran aceites vegetales beneficiosos, como el de girasol o el de oliva, lo especificarían. Pero no se refieren a aceites vegetales, sino a grasas vegetales, que, como las grasas hidrogenadas, ayudan a elevar los niveles de colesterol en la sangre.
Así, sacamos la conclusión de que es preferible consumir un producto poco elaborado (mejor comer pan para desayunar que galletas), pero, si consumimos productos como las galletas, debemos buscar unas que sean de calidad y que indiquen qué tipo de grasa llevan.