Celiaquía, enfermedad celíaca (EC), esprue celíaca, esprue no tropical, etc., son los distintos nombres que a lo largo de los años se le ha dado a la intolerancia al gluten.
El gluten son unas proteínas contenidas fundamentalmente en los granos de trigo, centeno, cebada y triticale (híbrido de trigo y centeno) que confieren a las masas de sus harinas las propiedades de panificación deseadas.
La intolerancia al gluten se da por un mecanismo de error inmunológico en la persona que lo sufre, la cual tiene una predisposición genética o de herencia a padecerla; esto determina lesiones de diferente grado en el intestino y, a consecuencia de ello, se produce una malabsorción de nutrientes (principios inmediatos, sales, minerales y vitaminas) que, con el tiempo, conduce a estados carenciales que son la base de los diferentes síntomas y manifestaciones en el enfermo.
Hasta hace no muchos años, se consideraba una enfermedad que básicamente afectaba a los niños, pero se ha visto que puede presentarse en cualquier edad de la vida y cursar con manifestaciones muy variadas. En algunos casos se presenta también de forma asintomática, lo que hace más difícil su diagnóstico, y, por eso, cobran un gran protagonismo las figuras del pediatra y del médico de familia para establecer su diagnóstico precoz.
Según la WGO (World Gastroenterology Organisation), en 2008 la incidencia de esta enfermedad era de una persona de cada 300 en la mayoría de las regiones del mundo; en nuestro país, la incidencia en niños, según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo del mismo año, era de un niño de cada 118, mientras que en adultos era de una de cada 389 personas, y la proporción entre mujeres y varones, de dos a uno. Pero estos datos no son exactos, toda vez que entre el número de casos que permanecen sin diagnosticar –ya sea porque están latentes, silentes, mal diagnosticados o son asintomáticos– y los diagnosticados su relación parece ser de alrededor de cinco a uno.
Los síntomas son muchos y muy abundantes, pero pueden ser diferentes entre personas de la misma edad y sexo, en función del grado de afectación que tengan. Algunos de los síntomas claves en los niños están reflejados en el cuadro 1, mientras que los síntomas más frecuentes en el adulto se relacionan en el cuadro 2.
El diagnóstico se basa en una buena historia clínica, que considere la predisposición hereditaria y el desarrollo de los síntomas en que han ido precediendo los años anteriores, y también con las pruebas complementarias que el médico solicitará: sobre todo los anticuerpos antitransglutaminasa de la clase IgA y los niveles de IgA. Aún así, y con el resultado de estos análisis negativos, pero frente a una sospecha elevada, el médico especialista solicitará una endoscopia y una biopsia de duodeno, que puede ser necesario repetir en tiempos posteriores, lo que obliga a mantener una conducta expectante y de vigilancia con el paciente; es decir, la celiaquía es una enfermedad de diagnóstico difícil en situaciones que no son claras. El coste de las pruebas complementarias puede influir en la precariedad de los diagnósticos, pero si la supresión del gluten en la dieta –que se basaría en ingerir arroz y maíz como alternativa al trigo, centeno, cebada, etc.– produce una notable mejoría del paciente, puede que esta prueba dietética sea suficiente para confirmar el diagnóstico de EC.
El tratamiento del paciente afecto de una EC es el de una dieta libre de gluten para toda su vida y cubrir las deficiencias que se instauran; por ello, se le ha de derivar a un dietista o a grupos de apoyo (existen diferentes asociaciones de enfermos de celiaquía en nuestro país), realizar controles periódicos de hierro y vitamina B12, de densidad ósea, favorecer la toma de suplementos de calcio y vitamina D, y revisar a los parientes de primer y segundo grado.
Finalmente, cabe citar que la EC se puede asociar a otras enfermedades, por lo que será necesario considerar: diabetes, tiroiditis, síndrome de Sjögren, enfermedad de Addison, hepatitis crónica autoinmune, nefropatía, artritis, psoriasis, demencia, epilepsia, esquizofrenia, síndrome de Down, colitis microscópica, fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, entre otras.
El futuro próximo pasa por modificar las proteínas de trigo/almidón, purificadas industrialmente para ampliar el rango relativamente limitado de una dieta libre de gluten; y es posible que en un futuro más lejano se disponga de tratamientos alternativos, no dietéticos, de modificaciones genéticas.